Sobre Religión

sábado, 30 de octubre de 2010

CUANDO HAY POSIBILIDADES...

Él  era un héroe;  era un héroe sin heroicidad, de aperitivo, de los preciados de sí mismos en la terraza de un bar junto a los amigotes, o con una copa en la mano. Capaz de señalar la falta de coraje de cualquier personaje que se las pela y da la cara, poseedor infinito de soluciones para cualquier desafío del mundo; naturalmente convencido, apasionado y desafiador; imparable hasta no hacerse merecedor del aplauso de sus oyentes o del silencio de su oponentes.  Sus ideas se confirmaban en la lectura; asiduo que era a las  novelas de aventuras y a las historias de famosos prohombres y revolucionarios; algún que otro ensayo de esos profundos y a un sin fín de revistas ecológicas, antiglobales, filosóficas… No gustaba de tarjetas de crédito, aunque escondía el Master y la Visa (para la emergencias) tras carnets de todas las ONG,s  reconocidas, a todas se apuntaba:  greenpeace, amnistía internacional, médicos sin fronteras…  y no faltaba a manifestación que denunciara las injusticias del mundo; daba los mismo que occidente se largara de Afghanistan y deje que ellos se gobiernen, que reclamando (años antes) a esos mismos gobiernos que de una vez por todas frenasen las barbaridades que los talibán hacían con sus mujeres; si por casualidad le preguntabas, todo era cuestión de detalles.  Él definitivamente se encontraba cómodo consigo mismo, con su buena conciencia .
Sin esperarlo su madre recibió la noticia de que un tío del pueblo había fallecido. Para allá fueron y se enteraron de que dicho tío les había dejado todas sus tierras, que no eran pocas. Volvieron del pueblo. Su madre le pidió que fuera él que se cuidara de eso.
Llamó al capataz; le comunicó que a las primeras vacaciones  iría para allá; que mientras tanto se preocupara de todo como lo había hecho en vida de su tio. Aquél contestó que tranquilo.
Y tranquilo emprendió viaje al cabo de unas semanas. Quitando la visita última por el entierro no había vuelto al pueblo desde su niñez, cuando los largos veranos  de tan gratos recuerdos; paraíso perdido y añorado al que – por la razón que sea – nunca había hecho el más mínimo esfuerzo por recuperar. Vino a querer el destino que fuera de esta manera; de cualquier modo se sintió dichoso.Aún no había llegado y ya sentía los frescos aromas de antaño, los colores y la fuente; todo era bonito.
El capataz lo recibió en la estación. Para su sorpresa le trató de don, a lo que él le dijo extrañado “pero, Manolo, que soy yo el de siempre, el que corría por estos campos y has visto crecer. A qué viene ese don?” y continuaron.
Manolo, el capataz, le fue informando en el camino. Que si la huerta y los gusanos, que si las manzanas se pagan poco, que si el tractor ya no sirve. Nuestro amigo pensó que todo se arregla, solo hay que invertir y que el tío dejó dinero suficiente.  Apenas llegaban a las tierras; al borde del camino, en hilera, barracas minúsculas hervían de niños semidesnudos y harapientos. “Qué es eso?” preguntó señalando. “Las casas de los jornaleros”, contestó el otro.  “Y esos niños?”. “Son los hijos… paren como conejos”. A nuestro amigo se le desagradó la escena y trató de poner la mente en blanco; siguieron viaje en silencio.
Pararon el coche junto a un extenso invernadero; salieron  a recibirlos, sudorosos y curtidos, marroquís, negros de vete a saber que país africano, ecuatorianos, y algún que otro españolito a quien la bondad económica del momento ni le rozaba. Uno por uno lo saludaron y el más tirado p´alante  se atrevió a comentarle - esperanzado – de las dificultades por las que pasaban. Sin saber que responder fue el capataz quien tuvo que intervenir. “Venga, venga al trabajo!, que el señor viene de un largo viaje y no está ahora para escuchar quejas”. Todos se fueron sin ni siquiera decir adiós.
-          “Manolo” - preguntó al rato -“cuantos empleados tenemos?”
-          “Bueno, señor”- y se excusó por lo de señor – “eso depende de la temporada; fijos son unos veinte, cuando la cosecha podemos llegar a cien”
Los días que pasó en el pueblo fueron un poco más de lo mismo. Con los amigos de infancia, hijos en su mayoría de jornaleros, algunos de ellos ahora empleados suyo, no podía obtener ni conversación, ni aplauso de lo brutos que eran; con el par de riquitos, o sea, dueños como él de invernaderos y de tierras, se le hacía intolerable por  fachas y de derechas. Ansiaba volver a la ciudad, a la civilización.
Llegó el día. El capataz lo despidió en la estación hasta la próxima. Ya en el trayecto de vuelta pensó, "así les va, tan ignorantes unos como los otros!"

- "Y qué tu crees hijo? - preguntó su madre..
-         -  “Mejor vendemos; eso está muy lejos y es mucho trabajo”
No fue malo el pellizco, dio y sobró. Después de volar a Nueva York y confirmar el horror del imperialismo americano; después de unas vacaciones a una recóndita isla tropical para relajarme porque me lo merezco tras tanto trasiego, después de cambiar de coche porque el que tenía estaba muy viejo, poco seguro y ecologicamente hablando un desastre; después de mudarse a una casa frente al mar, “ya sabes, el ruido y la contaminación de la ciudad.; a mi siempre me ha gustado la naturaleza”; después de cambiar de computadora y de televisión a una que parece una pantalla de cine,  después de tantas cosas finalmente pudo descansar. Se sentó en su nuevo sofá dispuesto a empezar un libro que le acaban de regalar sobre un hombre a quien admiraba, no sé si era Nelson Mandela o Vicente Ferrer; bien que antes se puso pensativo. Le vino una frase a la cabeza: “Lo peor de todo es la ignorancia”.  Se sintió sabio. Abrió el libro y recordó que al día siguiente se manifestaban.

Definitivamente, estaba cómodo y satisfecho consigo mismo.

viernes, 29 de octubre de 2010

COSAS INFANTILES

Voy a salir a la inaguración que hacen en el Centro Cultural; una amiga dominicana que es tremenda artista expone. Me he duchado, me he puesto para la ocasión (que basicamente es la ropa que llevo siempre pero con zapatos deportivos en lugar de chanclas) y me he mirado las uñas no sea que fuera a estar llenas de porquería. Estaban. La verdad no es que me importe mucho ya que es consustancial a mi manía de estar escarbando en la tierra por mi tendencia jardinística; si me preocupo de esa parte del aseo es más por estética... o para que no me vengan echando el discurso.
Tengo un no se qué con las uñas "rellenadas"; pero es un no se qué que tengo clarísimo, y nada tiene que ver con fetichismos extraños. Mi suerte quiso que creciese en el campo (aunque fuera en una mansión); excepto por vacaciones en que venían mis cuatro millones de primos el resto del año lo pasaba bastante solo, pero no encerrado; tenía, naturalmente, al campo; con él - entre muchísimas otras cosas - a los campesinos de la zona; gente con trato agradable que como a niño me trataban. Fuera que estuvieran en vendimia, recogiendo avellanas, podando sarmientos, segando trigo... para mi ellos representaban el misterio de lo que tenía que ser un ser maduro, lo que se supone que yo mismo terminaría convirtiendome: Altura, piel curtida, alguna cana, semblantes más angulosos, pelo en el pecho, barba a medio crecer, manos ásperas y.... uñas ralas llenas de negritud! El respeto y admiración que tenía a esos hombres y mujeres que siempre trabajaban hicieron que desde entonces asociara las uñas rellenas con algo que tiene que ver con dignidad. Bien es cierto que a la que fuí creciendo me fuí dando cuenta de que hay uñas que identifican suciedad, pero cuando voy por los campos y veo esas uñas desgastadas y oscuras inevitablemente siento la dignidad de la persona que las lleva. Me entran ganas de decir, "por favor! no os las limpieis; eso es simbolo de vuestra grandeza; grandeza que debe ser conocida!"

miércoles, 27 de octubre de 2010

El botellero

Hacía tiempo que no pasaba el hombre;  un montón de botellas se acumulaban en el patio trasero de mi casa. Esta mañana he visto su viejo y destartalado triciclo parado en el parqueo, he supuesto que él estaría rebuscando en las basuras del vecindario; me he arrimado a la ventana y he gritado: botellero!; desde lejos  ha venido su voz concisa: “weeepa!”; a la que he contestado “por detrás del pasillo”
El pasillo es el lateral de la casa que conecta el patio con la calle. He ido hasta allá para acercar las botellas y poder  entregárselas cuando viniera; pero no llegaba. Me ha extrañado, normalmente es rápido en la llamada. He vuelto a gritar, “Botellero!”, pensando que quizás no supiera de donde venía el primer llamado. “Ya va! Ya va!”, ha contestado próximo.
Al asomar tras el muro le he dicho con habitualidad “Tiempo sin verle!”,  a lo que él ha replicado; “he estado malo don, he estado malo”
El botellero andaba lento, arrastrando la pierna; su expresión manifestaba dolor disimulado o, mejor, íntimo.
En el tiempo  en que lo he conocido nuestros diálogos (si así se puede decir a cosa tan escasa y corta) apenas  daban ocasión más que para un verbo… y a veces ni eso!,  un “Dios le bendiga” y un “gracias a usted”;  pero esta vez la circunstancia  obligaba a más extensión.
Muy poco a poco el hombre se ha ido acercando a la verja, su pierna derecha no bajaba recta, hacía un raro y abierto ángulo que se iniciaba a partir de la rodilla, justo en cuya altura se podía observar de forma clara un hueso -  posiblemente la parte superior de la tibia - que empujaba la piel hacia fuera.
-          “y qué pasó?” – le he dicho mostrando interés
Me ha relatado el suceso;  conciso, serio, sin más drama que el que el propio suceso tiene.
-          “Me accidenté” – ha dicho – “se me volteó el triciclo y me rompí la pierna”
-          “Pero” – he preguntado sorprendido de  que no se la hubiese curado – “¿no se ha hecho chequear por un médico?”
-          “Si, sí” – ha continuado – “lo que sucede es que yo me dirigí al hospital y tras mucho esperar me dijeron que tenía que pagar cuatro mil pesos” – ha hecho una pausa – “Yo soy solo, sabe, así que para juntarlos no me tocaba otra  que recoger cuantas botellas me fuera posible; pero los del mercado me ayudaron  y entre todos  consiguieron lo que necesitaba”.
-          “¿Entonces… qué pasó?”-
-          “ Entregué los cuatro mil pesos pero dijeron que ese día no podían atenderme que volviera en un par de días. Resulta, don – ha aclarado -  que los médicos están enfadados con el gobierno porque no les suben los salarios. Yo les dije que si bien entendía el enfado que tenían, no comprendía porque no podían atenderme a mí. Me trataron mal, sabe?. Volví a los dos días, pero me dijeron de nuevo que si no llevaba cuatro mil pesos que no me podían atender; les dije que yo ya había entregado los cuatro mil pesos, pero ellos dijeron que no era así, y me trataron de mentiroso ”-  
No hay rencor en sus palabras, ni siquiera resignación, simplemente explica los acontecimientos como quien explica un viaje, como si aún no hubiera acertado en dar con la puerta que finalmente le solucionará su mal.

-          “Si me consigo pronto la comida de hoy” – ha continuado – “ iré a la sede del PLD (partido en el gobierno) para ver si allá alguien me escucha”. “Sabe? Este paísito se nos está escapando; incluso para ustedes, porque yo se que aunque ustedes vivan bien también se eximen de muchas cosas”
Ha empezado a empujar su triciclo para seguir con su acostumbrada ruta de basuras.  Le he dicho que esperase, he buscado en mi billetera, desgraciadamente no tenía más que cincuenta pesos (un euro). Se los he dado.
-          “Qué Dios le bendiga siempre” me ha dicho generoso
-          “Qué Dios le bendiga a usted”, le he dicho convencido.

CONFIESO


Confieso que rezo cuando me agobio más de la cuenta. “Ajá!”, me diréis, “entonces….?”; entonces nada. No es que me ponga en manos de Dios o de un supuesto Dios, sencillamente es un mantra que me enseñaron a modo de oración  que consigue por su propio ritmo y sonido obstaculizar por instantes el pensamiento, pena, agobio  o miedo que me enloquezca. Es el Om del yoga a la cristiana.  He de decir que no me vale cualquier oración; antes solo eran dos, el avemaría y el padrenuestro;  las  soltaba acelerado y sin respirar, atravesadas y pisoteadas las palabras unas contra las otra, mal vocalizadas y comiéndome la mitad de las frases. En cámara lenta sería algo así:
Padrenuestroncielosanticadosetunombrevengotrosreinohágasetadcielotierra, amén”, seguido - tras un rápido respiro por - “Diostesalvemariaenaegraciañortigobentumujeresditoofrutojesus,glrbrrrdoresrgraa; amén
Un día sin embargo me salió espontánea aquella que me trae dulces recuerdos:  “cuatro esquinitas tiene mi cama cuatro angelitos que me la guardan”.  Repetida una vez tras otra no puedo quejarme de su efecto balsámico.
La cosa está en decirlas a la velocidad del sonido, con el ritmo adecuado, las respiraciones en su sitio y repetirlas hasta el cansancio, cansancio que finalmente te da la cordura para volver a ponerte en tu sitio.
Con el paso del tiempo, ante un muy triste acontecimiento que requería de todos los “oms” “avemarías”  o “padrenuestros” disponibles - de tanto que era el dolor - oí, de repente (en las cien mil veces repetidas oraciones) frases que cual espadas me violentaban; es decir, me oía a mi diciendo frases que me violentaban; la primera de ellas fue  “hágase tu voluntad”. Sonaba dura y tremenda, cortante e insultante. ¿Cómo podía yo decir hágase tu voluntad?, ¿cómo podía yo conceder ante ese mal terrible?;  estaba petrificado  y decidí no seguir rezando; pero no me quitaba de la cabeza esa maldita frase, no podía quitármela de la cabeza; hasta que comprendí… y al comprender, pude de nuevo usar mi mantra tan necesario, pero  al rato otra frase tronó con igual dureza que la primera: “perdona a quienes nos ofenden”.  Al igual que aquella frené en seco, y del mismo modo se quedó enganchada en mi mente para finalmente volver a comprender. Deslumbró por último un  “no nos dejes caer en la tentación” que me pareció idiotez supina en el instante en que estaba, por no entender en que tentación podía estar yo cayendo cuando había perdido ya el hambre y todo atisbo de ánimo; sin embargo, igual de obstinada que las otras, no la olvidaba. También, esa vez, comprendí.
Tanta fue mi sorpresa que me puse a repasar verso tras verso, tanto del avemaría, como del padrenuestro. El avemaría no es más que lírica, pura idolatría; el padrenuestro sin embargo se desveló como compendio de sabiduría que iba más allá de lo cristiano, más allá de lo religioso; tan aquí en lo humano!.
Elimina el componente religioso-idolátrico en cualquiera de las dos plegarias (o en cualquier otra oración habitual de cualquier religión) y se diluyen en la nada; no así con el padrenuestro
“Padre nuestro que estás en los cielos santificado sea tu nombre”, venga a nosotros tu reino; no es otra cosa que reconocer el todo y la grandeza del todo, reconocer agradecidos aquello que nos rodea y existe (nosotros mismos como parte de ese todo y esta existencia); capaces de hacer eso naturalmente viene el reino, o sea la calma interna.  Imposible sin aceptar previamente que nuestra voluntad está a merced de la aleatoria misma de la vida, al hecho de vivir; es decir, que por mucho orgullo o vanidad que tengamos somos impotentes ante lo súbito, lo inesperado. Asumir lo que sucede requiere de algo preciadísimo y escaso: humildad.
Cierta gente me decía entonces: “no es justo”. Me pregunto, ¿qué justicia  hay ante la muerte y a quién se la reclamas? ¿cómo satisfaces la pérdida de alguien que nos dejó sin más?. ¿Cómo sino aceptando tu pequeñez o la brevedad de la vida puedes seguir viviendo sin carga, todavía con aliento?; aliento como estímulo vital necesario día tras día (el pan).
“Perdona nuestras ofensas así  como perdonamos a quienes ofenden”. Uyyy!!! Ufff!!!  necesita explicación?  Es sanación, pura sanación como lo que tratan de convencernos en las terapias, liberarnos de los rencores que producen a su vez mas rencores, del odio que produce ira… Perdonarnos a nosotros mismos para poder perdonar.
La utilización del dolor, del rencor, de la falta de voluntad, del victimismo, de la rabia… eran en esos instantes la tentación real, así como el dejarse llevar y abandonarse de tal modo que otros tuvieran que velar por ti.
Curioso y desconfiado que soy, averigüé el origen de esta oración por la demasiado sabia en  consuelo y consejo humano. No es - como supuse - de origen cristiano; bien que el cristianismo la eligió y/o desarrolló sabiamente como la más importante  de todas sus oraciones.

martes, 26 de octubre de 2010

Cualquier exceso deshumaniza.
El conocimiento nos hace más solitarios, pero paradojicamente también produce una mayor cercanía que la ignorancia no ofrece.
Si lo que diferencia a los animales de los humanos es la capacidad de emocionarse, 
entonces es que soy excesivamente humano. Por favor!, quien me puede dar un poco 
de animalidad?

lunes, 25 de octubre de 2010

Leía hace unos años  "La Taza de Oro" de Steinbeck y copíe en un cuaderno el siguiente texto (refiriendose al hijo del interlocutor): "... asi que se ha convertido en el hombre que él deseaba ser... Si eso es cierto, entonces no es un hombre. Sigue siendo un niño pequeño que quiere la luna. Supongo que eso debe hacerle muy desdichado. Los que dicen que los niños son felices olvidan su propia infancia. No sé cuanto tiempo podrá mantener a raya la edad viril".

SOY “ACCRACAPH”


Soy Cristiano, soy Católico Romano; soy AntiClerical, AntiPapista y detesto cualquier ortodoxia, es decir, soy Heterodoxo (http://www.wordreference.com/es/en/frames.asp?es=heterodoxo)
No quiero hacer en este momento alegato alguno en pro o en contra de creencias y religiones; sencillamente trato de aclarar ciertos aspectos  que me parecen importantes en este asunto.
Cuando digo que soy cristiano y católico romano lo planteo en tanto a que fui educado bajo ese credo y esas tradiciones, en un país en que la mayoría - al igual que yo mismo - ha sido educado en ese credo y que piensa y se refiere - para bien o para mal - en parámetros católico-romanos. Como sea que en España el tema de la diversidad religiosa – más allá del hecho político actual  -  apenas tiene trascendencia ya que  todos – como he dicho más arriba - hemos recibido una formación bajo principios cristianos  (sea en escuelas privadas o hasta en las más progres y ateas)  no es difícil entender que en otros países en que sí  que existe esa diversidad se tenga  en cuenta (por lo menos cuando conoces a alguien) bajo qué creencia religiosa uno ha crecido; independientemente a que luego se matice el apego o desapego que uno tiene con las cosas religiosas. La razón de ese tener en cuenta no es  caprichosa, sencillamente te da una pista importantísima de la educación - como  proceso de socialización y aprendizaje dirigido al desarrollo intelectual y ético – que la persona ha recibido.
La mía fue muy fuerte;  por un lado estudié en escuelas religiosas  (La Salle) en años en que gobernaba el “caudillo de España por la gracia de Dios” y por el otro tuve una madre que era por aquellos tiempos agobiantemente católica, apostólica y romana.  Era, pues, difícil escaparme o vislumbrar más allá; cualquier respuesta a mis preguntas existenciales infantiles siempre eran contestada por alguna voz del mismo coro… sino era por el coro completo!!!
Más tarde, cuando uno empieza a tener uso de razón es cuando cuestiona, reflexiona y medita; pero, no lo olvidemos, sobre la base de lo aprendido y sobre la realidad o las situaciones en las que nos vamos encontrando y nos vemos obligados a responder (o respondernos).
Muchos de los grandes pensadores  e intelectuales que admiramos han producido su obra merced a su deseo de contestar, entender o emanciparse de los principios o conceptos religiosos con los que fueron educados; tanto dentro de sus propias religiones, como fuera de ellas.  Inspiraciones de gran belleza intelectual (científicas, literarias, filosóficas…) que no necesariamente tratan de religión pero se originan en esa educación primera. Larga es la lista de los educados judíos (Freud, Spinoza, Chagall, Woody Allen, Carl Sagan, Kubrick, Oliver Stone… por poner unos pocos), larguísima también de los que lo hicieron en el cristianismo (Fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Santa Teresa, Goya, Buñuel, Voltaire, Diderot, Ortega, Pio Baroja… y muchísimos otro salidos sobre todo de escuelas jesuitas), por poner ejemplos de personajes o figuras que nos son conocidos.
He tenido la ocasión en mi vida de conocer a gentes de diferentes procedencias y educaciones;  en mayor o menor medida el aspecto religioso en el que han estado educados marca la  conceptualización del mundo que tienen, por ende puedo percatarme de lo que a mí me ha marcado. No se trata de decir que ésta es mejor que  aquella otra, sino que reconoces una parte importante de la persona con la cual estás tratando, del mismo modo que preguntamos a uno de donde es; si de Sevilla, Madrid o Tortosa. No es que por ser de uno de estos sitios vayamos a saber de forma definitiva como se va a comportar esa persona, sino que esa información nos da un punto de partida referencial importante, aunque sea para luego pensar que no tienen que ver nada con los sevillanos, con lo madrileños o con los tortosinos.
Volviendo al principio de este escrito, creo que no hace falta explicar que sea anticlerical y antipapista, ya sólo el hecho de ser heterodoxo no da cabida ni a las jerarquías, ni a los dogmas, muchísimo menos a los dogmas de fe.  Lógicamente, tengo mis creencias y mis principios personales, que en muchísimas cosas coincidirán con lo que sermonean curas o imanes, pastores o rabinos;  pero también muchas otras que no coinciden.
Como sea que por cualquier cosa nos piden que nos definamos, creo que lo he dejado claro; soy, en este aspecto, ACCRACAPH (por cierto! suena a ÁCRATA… de eso bastante también)

sábado, 23 de octubre de 2010

El dolor me inspira, el dolor de la ausencia; soy un nostálgico; pero no me recreo en los recuerdos, ni en el deseo de volver.
Tenemos tanto pánico al vacío! es tal el esfuerzo y desgaste que hacemos para ocuparnos que por ello necesitamos de proyectos, de rutinas, de preocupaciones mil, de entretenimiento cualquiera! Observo tanta ruina a mi alrededor, tanto extravío!. Vanidades, vanidades, vanidades... mundo de lo material.

Veo vanidad en todo (vanidad viene de vanus = vacio, hueco). Es paradógico porque es el producto de lo hueco lo que genera y produce en el hombre; por ello no se nos ocurre pensar que una planta, una piedra o un animal pueda adquirir categoría de vano (que no banal; que tampoco)... en fin!, yo observo y me dejo llevar.
Consensuar mi existencia de príncipe con los avatares del mundo - si no me quiero perder de éste - requiere hacer perspectiva, descubrir vínculos que aceleren e intercambien vida.
Soy aquí; todos somos aquí. Situarse es encontrar el camino, o al menos un camino aunque sea de vuelta. Desconfio en mis razones conscientes, es decir, no confio en la solidez de la palabra y de la idea del instante; la vivo simplemente. La vanidad es creerse a uno mismo, o mejor, la peor idolatría es creerse a uno mismo sobre todas las demás cosas. Surgen pensamientos que puedo elaborar en mayor o menor medida, aquellos que perduran, generan emoción y fiabilidad, me dan la ilusión de seguridad... pero pasan, al igual que aquellos en los que apenas hemos puesto atención. Sólo el pensamiento o la vivencia que deja huella en lo sensible sirve a veces para algo aunque el recuerdo esté borrado. No me interesan los recuerdos como imágenes o películas que puedas pasarte y menos como relleno de presentes vacios; hay que dejar que se borren para dar cabida a lo inmediato, hay que generar el vacío que todo lo absorve.
La palabra humildad viene de la palabra "humus" ( humus quiere decir tierra, suelo). Derivo que en el hombre primitivo, inventor de palabras relacionandolas con su entorno sensible (la famosa idéa de la creación metafórica de la palabra que hace Ortega) el término humildad está definitivamente unido con la tierra, por algo bien sencillo: tocar (oler) tierra, no tanto como rebajarse, sino por volver a lo fecundo y a lo esencial; a lo no creado por el hombre y que es por sí mismo. Derivo, asimismo, la falta de espiritualidad manifestada en la amenazadora frase de "polvo eres y en polvo te convertirás" carente de cualquier ápice de hermosura y de poética materialidad de haber nacido del barro o de la arcilla, a la cual volvemos para renovar feraces los ciclos eternos.

En cierta ocasión fuí a visitar a una mujer a quien desde hace tiempo admiro por su dedicación exclusiva a ayudar a gente necesitada. Había contraido una grave y muy dolorosa enfermedad en los huesos. Conociendo su naturaleza pensé que la encontraría resignada ante tal situación; pero no!, resuelta como es ella me dijo; "Sabes? Eduardo, de tanto en tanto no va mal cierta humillación; con todo esto tengo que joderme, ya sabes que soy imparable; pero ahora tengo la posibilidad de aprender lo que es ese dolor físico que tanta gente con la que me codeo sufre; podré entenderlos mejor".  Por primera vez en mi vida la palabra humillación adquirió un sentido positivo y práctico. Ciertamente sólo es capaz de humillarnos aquel que nos conoce.... es decir aquel que conoce nuestros puntos débiles... puntos que requieren nuestra revisión y reflexión, es decir obligan a un acto de humilad si lo que queremos es crecer y madurar como personas.
Pensaba los otros días coger y salir viajando por el mundo, un año, dos... los que fueran. Me veía hacia África entre desiertos y selvas, entre tribus y otros pueblos; recorriendo paises, traspasando fronteras. Días más tarde me preguntaba cúal era el afán de ese viaje y me respondí que conocer diferentes realidades, diferentes visiones del mundo y de la vida. Al tiempo entendí que sólo se conocen realidades desde la mente, desde lo más profundo de la experiencia; entendí que el hombre de aquí o de allá interpretará en base a su inmediatez y que es universal sólo el que supera esa inmediatez - alumbrado por la idea de que la realidad en si misma no existe sino que es creada como evasión a la pregunta y al vacio -; así, ese viaje exploratorio y exterior se me desvelaba similar a cualquier viaje alucinógeno con sustancias químicas, pura necesidad de provocación del estímulo; salvo que en el segundo la experiencia es extraordinariamente rápida. Mi viaje africano se convierte entonces en viaje interior, en libertad de la emoción... en lo que me atrevo a estar haciendo: aventurarme al día a día sin miedo o, mejor, con valentía.
Dios es lo ignorado en todos los aspectos; la paz de Dios, por tanto, es no pensarlo.
Haiku y Kairós al pronunciarlos me suenan parecidos; de algún modo lo son. Kairós en la antigua Grecia definía la plenitud del instante que se escapa.... un Haiku - breve poema japonés - trata de congelar el tiempo que se evade.

En el estanque
ruido de una rana
que se sumerge

(Bashoo)

Vainas de pimiento
añádeles alas
y serán libélula

(Kisaku)

Pensamientos basicamente propios

El zen... el yoga... incluso el cristianismo místico, plantea el desapego del ser, o sea de uno mismo; todos ellos concluyen que se llega a la sabiduría a partir del momento que no eres. Desgraciadamente soy demasiado poca cosa y mis anhelos de ser santo se reducen a cero por mi exceso de materialidad; no obstante, se que hay que dejar que lo cósmico, Diós o el tiempo actue y ejerza para volver a retomar. Este momento histórico en que vivímos que confunde palabras y conceptos (materialidad con posesión y egoismo, espiritualidad con evasión o superstición, alegría con diversión...)  nos lo pone particularmente dificil; ahí nos perdemos y nos matamos a nosotros mismos.

Como prólogo

No tengo una idea estructurada de cómo debe de ser este blog; será lo que quiera ser, cambiante por los estados de ánimo que las circunstancias y la aleatoria de la vida producen. El nombre que le he dado? basicamente porque entiendo que nosotros, los seres humanos, somos un poliédro de multiples e incontables caras que producen diferentes perspectivas, tonalidades, brillos y sombras. Naturalmente será personal; lo lleve a donde lo lleve (o llegue hasta donde llegue). Mi deseo; que lo lea quien quiera leerlo si eso les beneficia, divierte o interesa; y si nadie lo lee no pasa nada; me resulta a mi como buena distracción y desahogo.