Sobre Religión

sábado, 13 de noviembre de 2010

Una de gitanos.

Decía al principio de este blog en el título “Como prólogo”  que  “los seres humanos somos un poliedro de múltiples e incontables caras que producen diferentes perspectivas, tonalidades, brillos y sombras.”  Os contaré una historia
Con dieciséis años más o menos, en  una tarde temprana,  me monté sobre mi moto decidido a recorrer los campos vecinos  a la casa en donde vivía.  Disfrutaba -  como sigo haciéndolo - de la naturaleza y de sus paisajes. Me habría alejado un par de kilómetros cuando una piedra se vino a cruzar con la rueda delantera;  caí muy malamente al borde del camino. La moto sobre mi cuerpo y la cabeza chorreando sangre a profusión.  Intenté   apartar la máquina pero no tuve la fuerza suficiente. Me entró un ataque de pánico y empecé a pedir socorro lo más alto que podía. Al poco vi un coche que se acercaba. Un matrimonio de mediana edad (clase media blanco) que seguramente volvía de un día de picnic. Paró junto a mí; me sentí aliviado. El hombre, que conducía, abrió la puerta y me preguntó qué tal estaba, le conté lo que había pasado, que necesitaba ayuda; miró a la mujer quien le dijo “mejor vámonos que se ensuciará todo el coche de sangre”. Así hicieron. Intenté de nuevo zafarme de la moto que me aprisionaba, no tenía fuerzas. Volví a gritar por auxilio; esta vez más fuerte. Cual milagro   apareció un gitano; rápido se puso en la faena; apartó la moto y con amabilísimas palabras mezcladas con chiste me tranquilizó; busco unas hiervas que puso sobre la herida en la cabeza, me dijo “aprieta, niño,  que la cosa no es tan grande”; se levantó y empezó a vocear el nombre de  alguien que con él estaba por esos campos. Se presentó rápido otro gitano con un cesto lleno de espárragos, apenas le dejó decir palabra y le ordenó que fuera al poblado en donde vivían a buscar un coche para trasladarme al hospital. Igual pasó media hora hasta que aquel volvió con un viejo Seat 24 destartalado; en todo ese tiempo me contaba historias; mi cabeza apoyada en su regazo.  Cuando llegamos a emergencias me dejaron en la puerta, “ve tú” me dijeron,” no podemos acompañarte hasta dentro si no queremos meternos en problemas”. “Qué problemas?” pregunté. “Pensarán que nosotros te hicimos algo” respondieron. Les dije que yo podía contar lo sucedido. “No sabes lo que esto muchacho” añadió uno de ellos. Les pedí sus nombres para poderles gratificar. Tampoco quisieron dármelos; por lo mismo, por no tener problemas. Las heridas no fueron graves, un par de puntos en la frente, otro en la ingle y algunas magulladuras y golpes.
Tengo suerte en la vida!; me pasan cosas que me permiten ver mundos que antes no hubiera imaginado. A partir de ese acontecimiento para mí el gitano dejó de ser lo gitano; desde ese momento entendí que más allá de una comunidad está  siempre el individuo, individuo único a pesar de su propia comunidad.  Poliédrico como todos los humanos.

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